1 de abril de 2022. Me encuentro en Budapest, la capital de Hungría. Quedan dos días para las elecciones al parlamento nacional. He venido en calidad de observador electoral internacional. Somos una delegación de 10-12 personas enviada por el Centro de Estudios, Formación y Análisis Social (CEFAS). Es mi segundo día en la capital húngara y asisto a un debate a dos en la Cafetería Scruton.




El debate lo organizan el Center for Fundamental Rights y el Christian Democratic Institute. Los ponentes son Balázs Orbán (un conservador miembro del parlamento por Fidesz) y András Schiffer (miembro de los verdes y a priori cercano ideológicamente a Podemos). Modera Rodrigo Ballester. Pregunto por él y cuando me explican que es un ex-funcionario renegado de la Unión Europea sé que tengo que conocerle…
Me quedo con una de las reflexiones del joven Balázs Orbán:
«Habitualmente hay dos tipos de conservadores: (i) los anglosajones (Reagan, Thatcher), para los cuales el principio fundamental es la libertad individual; (ii) los continentales, para los cuales el principio fundamental es la tradición y la cultura, pero en Hungría ha nacido un nuevo conservadurismo -entre los jóvenes también- cuyo principio es el interés nacional. Es por ello que en Hungría puedes ver políticas conservadoras, liberales, y por qué no decirlo, socialistas: pienso por ejemplo en las políticas con respecto al gas y la energía…»
No se dejan nada en el tintero, entran en temas espinosos y me sorprende gratamente la sensatez de Schiffer que dista y mucho de cualquier progre promedio de UP o MasMadrid. Para entender algo mejor estas particularidades entrevisto a Rodrigo Ballester.
Rodrigo Ballester es español, ha pasado toda su vida en el extranjero, creció en Francia, de pequeño, luego estudió cuatro años en Madrid, y más tarde se fue a Bélgica, donde ha pasado los últimos 17 años, primero estudiando y luego trabajando en las instituciones europeas (Parlamento y Comisión). Es funcionario europeo, ahora mismo en excedencia. Hace dos años su vida dio un giro radical y vino a Hungría. Sobre todo, “por razones personales, familiares y luego también porque quería probar, abrir un nuevo ciclo alejado de dos cosas de las instituciones en general, que me resultaban ya muy cansinas. La menos importante de las dos, es la ideologización. Sí que es verdad, que en Europa cada vez se impone más la ideología woke y que Bruselas no acaba de representar la diversidad política de sus estados… Pero lo que más me pesaba era la omnipresente y asfixiante burocracia. Son sitios en los que a uno ya no le pagan por tener ideas, sino por aplicar procedimientos” dice. Esas fueron las razones principales. Además, “creo sinceramente que nos pagaban demasiado” añade…

No está de más decirlo… Supongo que se ha refugiado en el mundo académico, por así decirlo o al menos en la docencia…
Es más que eso… No soy un académico. Yo soy un practitioner, una persona que tiene mucha experiencia profesional y aquí también parte de mi trabajo es la docencia, parte investigación, pero más estilo think tank. Y tercero es también desarrollar relaciones y defender ideas.
En este sentido, el MCC ¿Qué vocación tiene como se presenta ante el público?
A ver, el MCC es un OVNI educativo, una institución difícil de explicar… Yo tardé seis meses en entender dónde trabajaba. El núcleo, sin duda, es la educación. Nosotros en total tenemos 5000 alumnos repartidos por toda Hungría, desde escuelas primarias hasta doctorandos, y tendremos a medio plazo 10000. Por ende, nuestra misión principal es esa, coger a estos alumnos, darles una formación adicional, complementaria a las de sus carreras universitarias y convertirles -si quieres- un poco en una élite. Y una élite con ciertos valores morales dos en particular que para mí son las brújulas aquí en MCC. El primero es el patriotismo: que tengan un sentido de la comunidad, y que huyan del narcisismo imperante entre algunos jóvenes. Y el segundo es que somos radicalmente anti-WOKEs. Aquí se puede enseñar desde un punto de vista conservador, sin complejos, pero también se escucha y se invita gente de todo pelaje. A los estudiantes no les formamos para que sean soldaditos ideológicos. Tenemos un cariz conservador y a mucha honra, porque creemos que es una corriente de pensamiento que está completamente cancelada, aislada y excluida de la universidad en general en toda Europa y en Estados Unidos ya ni te digo… Pero insisto, aquí caben todas las ideas y todos los debates.
El otro día, cuando estuvimos en el SCRUTON me comentaban que se está intentando desde el mundo conservador crear comunidad, es decir, ir tejiendo espacios en los que poder debatir más allá de las instituciones. Chesterton decía: «En el catolicismo la cerveza, la pipa y la cruz van muy bien juntas», me interesa saber cuál es este proyecto en realidad.
Es muy buena pregunta. Y es verdad que eso ahora cuando lo dices así con Chesterton, pues me resulta lo que estamos haciendo aquí en MCC, estos estudiantes viven aquí, parte de la beca que les damos es un dormitorio… Es una habitación. Estás viendo aquí mismo, en esta planta en la que siempre están reunidos, la pipa, la cerveza. Y luego todas las actividades extra que les ofrecemos los fines de semana, conferencias, prácticas, etc…. Ellos están todo el día haciendo piña. Además, lo bonito de la piña del MCC es que, cuando tienen discusiones políticas o intelectuales participan un ingeniero o un economista, un jurista, un politólogo o un arquitecto. Primero, haces un grupo de amigos para el resto de tu vida, networks, pero también está este ambiente multidisciplinar. Aquí tenemos escuelas de las clásicas -yo diría- de ciencias sociales, de relaciones internacionales (como en la que ejerzo yo), también de psicología, tenemos a un escritor que da clases, ¡un escritor!, por ejemplo. Hablamos mucho de arquitectura, de belleza: «le bon, le beau et le vrai”… En ese aspecto tenemos un lado, muy clasicista o renacentista. Procuramos que no estén especializados en sus cuatro milímetros cuadrados de conocimiento. La barbarie de la especialización, que diría Ortega.
«Mi modelo es la Europa anterior a Maastricht, que era mucho más representativa, mucho más tolerante, mucho menos centralizadora»

He visto que se autodenomina «europragmático». Entiendo que viene de algún modo rebotado de esas instituciones.
Lo que quiero decir es que tengo la impresión de que la dirección que está tomando ahora la UE es la mejor para darse el batacazo. Pero yo no soy euroescéptico o eurófobo todavía menos, no quiero que desaparezca, al contrario. Mi modelo es la Europa anterior a Maastricht, que era mucho más representativa, mucho más tolerante, mucho menos centralizadora, primero. Respetaba la diversidad política y cultural de los Estados miembro y era más pragmática. Yo lo que echo en falta ahora mismo en el mundo en general y en los «wokes» en particular (incluida la UE) es el pragmatismo. Con todo, me sigue pareciendo un proyecto histórico interesantísimo que tiene muchos éxitos. No obstante, tengo la impresión de que desde que se le dio un cariz político federalista, sotto voce se ha torcido. Es decir, desde Maastricht.
¿Cómo ve usted la tensión y la intensidad con la que se presenta en general la aparente pugna entre Hungría y la Unión Europea?
A veces la veo con pasión cuando me dejo llevar. Con la distancia, confirma mi impresión de que el mundo político de hoy es en parte un teatro y que hay que alejarse de ese ruido mediático cosa que quizá ya no hacen en Bruselas respecto a Hungría. Aunque con la guerra ha llegado también una dosis, bueno una dosis no, un bofetón de realismo que quizás venga bien a todo el mundo… Y también noto que hay que hay muchos temas en los que la posición de Hungría se parece mucho más a esa Europa anterior a Maastricht cuando por ejemplo pone sobre la mesa el principio de atribución de competencias; la subsidiariedad o habla de diversidad política (la más importante de entre las diversidades). A mí, personalmente, me gusta una Unión Europea en la que cada Estado miembro tiene sus visiones ideológicas, en la que pueden convivir una Hungría muy conservadora junto con una Holanda extremadamente liberal. Son cuestiones nacionales y el camino más pragmático es que la Unión Europea mantenga su neutralidad al respecto.
«Seamos sinceros: con los tanques de Putin a nuestras puertas, ¿Qué importancia tiene la teoría de género? Ninguna, y espero que siga sin importarnos los próximos 30 años»
La ‘democracia iliberal’ sería ese proyecto, una democracia con sus propias particularidades culturales y políticas, entiendo.
Sí, y sobre todo es una democracia en la que caben más familias políticas, que no tenemos que ser todos liberales en el sentido más político de la palabra. «Liberal» es de las palabras más interpretables de la ciencia política. Significa todo, significa ser muy de izquierdas, como muy de derechas. Pero liberal, en el sentido de división de poderes y Estado de Derecho lo somos todos aquí en Europa, forma parte del ADN europeo. Si liberal significa ser «woke», entonces mucha gente no lo es… Al final se utiliza también esa ambigüedad del término para forzar una agenda ideológica muy específica que es minoritaria y con la que la UE no debería casarse. Seamos muy claros: si los húngaros quieren prohibir la teoría de género en las guarderías y en las escuelas mi pregunta como jurista no es si está bien o está mal, es si es una competencia de la Unión Europea o no. La respuesta es claramente no, entonces no hay más que hablar… Hay otras instancias para hablar de estos temas como la Corte Europea de Derechos Humanos la Comisión de Venecia. La Unión Europea al final en nombre de esos supuestos valores comunes está minando su cohesión interna. ¿Vamos a llegar a un cisma entre conservadores y «wokes» o pijoprogres o progres? Seamos sinceros: con los tanques de Putin a nuestras puertas, ¿Qué importancia tiene la teoría de género? Ninguna, y espero que siga sin importarnos los próximos 30 años. Hasta que cada familia española no tenga con qué pagar su calefacción, la inflación esté controlada y mil prioridades más, yo me niego a hablar de dragqueens en guarderías. No es una prioridad.
Desde que Hungría entró en el 91′ en el Grupo de Visegrado parece como si abanderase -después de caer Trump como presidente de los Estados Unidos- esa revolución conservadora. ¿Qué papel juega el país en cuanto a los intereses del V4?
Muy buena pregunta. El Grupo de Visegrad es muy interesante. Es puro pragmatismo, la defensa de intereses mutuos cuando existen y si no, cada uno va por su lado sin rencores… Así fue hasta la guerra, que está realmente poniendo a prueba la existencia misma de este grupo. Antes de la guerra, el grupo funcionaba muy bien y era políticamente diverso: hace cinco o seis años, cada Primer Ministro venía de un grupo político distinto,
uno socialista, uno liberal, un popular, que era Orbán y otro conservador. Estos países que históricamente han tenido relaciones muy complicadas han visto cómo el Grupo de Visegrad les ha unido muchísimo, pero tienes razón en algo… La agenda más cultural, la batalla cultural la da, sobre todo Hungría, y los polacos de Ley y Justicia. Respecto a la migración, los cuatro asumen las mismas posiciones.
Ha comentado que la guerra está creando ciertas diferencias entre Polonia, que tiene traumas históricos muy concretos y Hungría que está mirando por su interés nacional…
Uno de los de los bulos más insidiosos y perversos que se ha escuchado durante la campaña electoral y se sigue escuchando ahora, sobre todo en los periódicos, es que Orbán es amigo de Putin. Eso es una calumnia. Orbán ha recibido desde el minuto 1 a 600.000 refugiados, que para un país de 9 millones y medio es muchísimo. Además, se ha alineado sistemáticamente con todas las posiciones de la Unión Europea y de la OTAN. ¿Le reprocharán ser demasiado europeísta? Cierto que tiene muchos reparos a la hora de incluir la energía en las sanciones europeas ya que Hungría es muy dependiente del gas ruso como Finlandia o los países bálticos… y al final sólo se le reprocha a él estas reticencias? Si decimos que Orbán es pro-Putin, ¿Cómo vamos a calificar a Merkel que ha construido el Nord Stream 2, como agente encubierto del KGB? Sería un despropósito… Desde luego, yo no me planteo la lealtad de Alemania porque haya construido este gasoducto. Entonces, ¿por qué nos planteamos la de Orbán? De hecho, sólo se ha negado enviar armas o a que transiten por Hungría para no perjudicar a la minoría de 150.000 húngaros en Ucrania. Es así de sencillo, en todo lo demás ha hecho lo que la Unión Europea ha decidido, no ha bloqueado ninguna decisión.
Por otro lado, es cierto que hay muchas tensiones ahora porque tienen un enfoque sobre Ucrania y sobre Rusia diferentes. Polonia es más combativa, más voluntariosa, más noble, pero más emocional; en cambio el Hungría es más pragmática.



Usted ha mencionado antes que en el MCC se trabaja mucho con la arquitectura y me gustaría encarar lo que queda de entrevista por ahí. Hungría -corríjame si me equivoco- durante mucho tiempo fue tierra de conquistas. Lo mismo encuentras un monumento a Atila que un monumento al Rey Esteban, baños turcos, edificios post-soviéticos… Entonces, esa confluencia de estilos arquitectónicos -que en el fondo no es más que un mestizaje cultural- está en peligro sobre todo en los términos queplanteaba: que la Unión Europea parece barrer con toda la diversidad cultural. Y se ataca precisamente a Hungría, un país culturalmente tan rico.
Sí, desde luego. Para ciertas élites europeas, en especial en el Parlamento Europeo (al que critico mucho últimamente), ese concepto de diversidad que tanto reivindican no existe. Y parece ser que en vez de buscar una Europa caleidoscopio -que para mí sería la más bonita- quieren una Europa uniforme, homogénea, monocultivo. Y es verdad que eso también es una de las batallas culturales que se está dando desde aquí. A nivel arquitectónico y a nivel cultural en general, Budapest es una ciudad en la que se ve y se escucha mucha cultura. Es una ciudad muy melómana. Una cultura muy del Centro de Europa que a mí me fascina. Aquí la música clásica no la perciben como una música elitista. Hay mucho neobarbarismo, chunda-chunda, bacalao y esas cosas también, pero cuando tú vas al Palacio de Bellas Artes, (que lo ha construido Fidesz por cierto en los últimos diez años) que es una preciosidad, de los más punteros del mundo, no hace falta ni ser millonario, ni vestirse con un traje de Gucci para ir, ni siquiera ser tampoco un experto en música clásica. Por ejemplo, entre los estudiantes de MCC hay unos excelentes músicos. Pues bien, el ángulo cultural que más me gusta de Europa Central es la música y el baile folclórico. En MCC mismamente hay grupos de baile folclórico-tradicional. En Hungría tenían un concurso, tipo ‘The Voice’ sólo para bailes folclóricos sin ningún comentarista tipo “Sálvame” para burlarse. Entonces tienen mucho aprecio a su folclore.
De hecho, el otro día yo al menos fui por primera vez a la ópera y fue aquí y por tres duros. Cosa que en España es impensable.
¿Encontraste entradas? Por curiosidad, ¿Qué fuiste a ver?

El «Mefistófeles». Era un poco rara la adaptación, pero me impresionó.
Acaban de renovar la ópera, por cierto, la han inaugurado hace tan sólo tres semanas y es una preciosidad. Para ellos es un templo de la cultura mucho más que, yo qué sé, que algunas ferias de arte como ARCO, por ejemplo. Jeje.
¡Bueno, eso está claro! Jeje.
Un pequeño paréntesis. Al menos en Budapest, (el resto del país menos, porque hubo muchísima destrucción durante las guerras), pero en Budapest tú ves también cómo se superponen las diferentes épocas. Budapest y su esplendor se deben sobre todo al siglo XIX, pero, por ejemplo, en la Ciudadela, tienes un monumento comunista que instalaron ahí los soviéticos y allí sigue… En la Plaza de la Libertad, tienes también la estrella soviética y al lado tienes una estatua de Ronald Reagan… ¡Ejem!, ¿memoria histórica?
«¿Qué tiene que aprender España de Hungría? La autoestima»
Por ahí iba. Lo más llamativo -a mi parecer- es la capacidad del pueblo húngaro para aceptar su historia tal y como es, sin revisionismos. Llama poderosamente la atención ese no revisionismo.
Vamos a ver, sí que hay muchos monumentos comunistas que van a desaparecer o que han desaparecido ya, pero más que nada o porque eran extremadamente horrendos o muy mal construidos… Nuestra antigua sede de MCC, es un claro ejemplo. La razón por la que estamos aquí es porque tenemos una sede que era una antigua «checa», luego reconvertida en el Instituto Cervantes húngaro que era horrible. Vamos a construir un campus nuevo en los próximos eso tardará cinco o seis años. Sobre todo en la época reciente, y estamos hablando de personas que han padecido el comunismo en sus propias carnes y durante mucho tiempo, aun así te paseas por Budapest y ves una superposición de épocas. No una que pretenda neutralizar a las demás. Algo que también demuestra ese sentido común que en este país no es el no es el menos común de los sentidos…
Por último… ¿Qué debe de aprender España de Hungría?
Primero, conocerse mejor porque son dos países que se conocen muy poco. Hay pocas cosas en común entre España y Hungría. Históricamente son vecinos bastante alejados. Pero ¿Qué tiene que aprender? Patriotismo seguro, sentido común y pragmatismo también. Y aprender de una vez por todas que no puedes construir nada sin amor propio, con una autoestima por los suelos. Esto último se aplica a las personas y también a los países… Hungría tuvo una autoestima muy baja durante el comunismo y su ejemplo demuestra que cuando se recuperan los países van hacia adelante con autoestima. ¿Qué tiene que recuperar España -poniendo frente a nosotros el espejo húngaro-? La autoestima.

Entrevista muy interesante, ya que abre la mente para reflexionar sobre muchos temas.
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